Atropos, Las Parcas o El Destino
Himno órfico a las Moiras
«Moiras infinitas, amadas hijas de la negra Noche, escuchad mi súplica, gloriosas, que habitáis en la laguna celeste, donde el agua congelada, al calor de la noche, se deshace en el fondo oscuro e imponente de la cueva de hermosas piedras, de donde voláis a la inmensa tierra de los mortales. Desde allí, pues, os encamináis al reputado género humano, de vana esperanza, cubiertas de purpúreas vestiduras en la llanura letal, donde la gloria impulsa el carro que abarca toda la tierra más allá del límite de la justicia y de la esperanza, de las preocupaciones, de la norma antiquísima y del infinito principio que se rige por una buena ley. Pues la Moira es la única que vigila en la vida, y ningún otro ente inmortal de los que ocupan las cimas del nevado Olimpo; y también la perfecta mirada de Zeus. Porque cuanto nos acontece, todo lo sabe enteramente la Moira y la mente de Zeus. Mas venid amables, suaves y complacientes, Átropo, Láquesis y Cloto de hermosas mejillas; aéreas, invisibles, constantes, por siempre inflexibles, que todo lo otorgáis y quitáis, a la vez; imperiosa necesidad para los mortales. Escuchad, pues, Moiras, mis piadosas plegarias, recibid mis libaciones y acudid como liberadoras del mal para vuestros iniciados con una intención benévola».
Fuente: Porfirio. Himnos órficos. Madrid: Gredos.Himno órfico a Hécate
«Invoco a Hécate, protectora de los caminos, en las encrucijadas, grata, celeste, terrenal, marina, de azafranado peplo, sepulcral, y que se agita delirante entre las almas de los muertos; hija de Perses, amante de la soledad, que disfruta con los ciervos, noctámbula, protectora de los perros, invencible soberana que devora animales salvajes, sin ceñidor en su cintura, y con una figura irresistible; que se mueve entre los toros, dueña guardiana de todo el universo; conductora, joven guerrera, nutridora de jóvenes, montaraz. En conclusión, suplico que asista la doncella a los sagrados misterios, mostrándose propicia al boyero de corazón siempre alegre».
Fuente: Porfirio. Himnos órficos. Madrid: Gredos.
Curiosamente, el jesuita Kircher es protagonista de una novela de James Rollin (2015) titulada The Bone Labyrinth. En su obra Turris Babel sive Archontologia (1679), Kircher analizó el laberinto de Dédalo en Creta e hizo una tentativa ilustración. Llama la atención que el minotauro no presente rasgos antropomórficos. En otro orden de cosas, vale la pena revisar La isla del día de antes y El péndulo de Foucault de Umberto Eco, así como cierto capítulo geométrico y maravilloso de Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino
"Myth and Subversion in the Contemporary Novel"
Suscribirse a:
Entradas (Atom)