"La invención de lo cotidiano" - Michel de Certeau

Capítulo XII:
Leer: Una cacería furtiva

Michel de Certau denuncia la desigualdad en el consumo artístico y el privilegio de las élites. Habla, así, de un acorralamiento de las lecturas a partir de un «fijación de los consumidores y circulación de los medios». Es decir, históricamente, los productores y quienes dominan los medios de difusión de contenidos han dado forma a las prácticas sociales a partir de modelos de eduación preestablecidos. Bajo la creencia de que sus matrices son necesarias para el pueblo, las élites (intelectuales, económicas, artísticas) las imponen a manera de lecturas programadas, que se miran al receptor como ente pasivo. Así, en el siglo XVIII, los ilustrados creyeron poder renovar su naciones a partir de una pedagogía regulada. Con el paso del tiempo, los contenidos de la Ilustración fueron olvidados y solo quedó la técnica, la forma, que reemplazó el mensaje educativo. Sin embargo, ambas visiones suponía la asimilación como un procedimiento de igualación con lo asimilada. Dice Certeau: «Se supone que "asimilar" significa necesariamente "volverse parecido a" lo que se absorbe, y no "hacerlo semejante" a lo que se es, hacerlo suyo, apropiárselo o reapropiárselo». En tal sentido, nace el sistema escriturario que hemos heredado, lo cual explica que los productores crean que no hay creatividad en los consimidores. Sobre la dictomoía escritura-lectura, entonces, se predica la siguiente máxima: «Escribir es producir el texto; leer es recibirlo del prójimo sin marcar su sitio, sin rehacerlo».
Pero lo lectores podemos crear algo distinto de las intenciones presupuestadas por los textos. Si bien hay un sistema impuesto, que es el de la textualidad, cada lectura modifica a su objeto. La propuesta de Michel de Certeau es llegar al punto en que leer es arte de escribir y placer de releer (siguiendo a Barthes). Por tanto, los códigos de percepción son modificables en la construcción de sentido entre las tensiones del espacio legible y las operaciones poéticas. Como consecuencia de ello, leer se vuelve un acto de ubicuidad, de estar siempre en otra parte o, como dice el pensador francés, de «crear rincones de sombra». Certeau ejemplifica al lector con Robinson Crusoe, de quien dice que «sus fugas lo exilian de las certezas que colocan al yo en el tablero social».
Si consideramos a los lectores como cazadores, pienso que leer los clásicos es acceder a bosques regulados, zonas de caza ya conocidas. ¿Por qué visitar una y otra vez estos puntos del mapa? Porque son fuentes inagotables de riquezas, porque siempre quedan caminos por explorar, acaso cada vez menores, mínimos, microscópicos. Justamente, hay un reto mayor en lograr ser nómadas en territorios familiares.

Quisiera finalizar con una reflexión de Michel de Certeau: «La lectura no está garantizada contra el deterioro del tiempo (se olvida de sí mismo y se le olvida); no conserva, o conserva mal, su experiencia, y cada uno de los lugares donde pasa es repetición del paraíso perdido»

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